Monedas-de-chocolate
Pilarín usó sus valiosas monedas de chocolate cuando el Coso estaba abierto al tráfico

Pilarín  había cumplido todos los años que cualquiera saber contar… y varios más. Su cara reflejaba el paso del tiempo. Inspiraba ternura. Este sentimiento debía tener el camarero que le atendía cuando bajaba al bar que había junto a su casa.

Pedía un refresco y se sentaba. Luego, mientras bebía, paseaba por sus recuerdos. Con tantos años, lo que no le faltaba eran imágenes en su retina. Podía repasarlas sin repetir durante mucho tiempo. Casi tanto como el que ella tiene.

A la hora de marchar, sonriendo como a la entrada, le pagaba al camarero con una moneda… de chocolate. Éste, tras darle las gracias, la colocaba en un frasco de cristal, junto a la barra, donde se amontonaba el tesoro de Pilarín. Miraba al cliente habitual de la banqueta próxima, movía a cabeza, y seguía con su tarea.

Falté un tiempo y, al volver al bar, vi que el tarro de cristal de las monedas de chocolate ya no estaba. Pensé que Pilarín habría fallecido. El paso del tiempo así lo prescribe.

Vaya

Pero tiempo después, por casualidad, la he visto en un establecimiento termal. Ha superado el centenario hace algún tiempo. Sonríe, pero está más distraída. Tal vez piense dónde dejó las monedas de chocolate que no empleó en tomar refrescos hace unos años… porque seguro que tenía más.

Hay un camarero que ya no atesora monedas de chocolate en un tarro de cristal.

El tiempo pasado, a veces, regresa con forma de moneda de chocolate, sabor a refresco y ternura de un camarero. La mirada perdida de una persona mayor no tiene que suponer necesariamente un problema. Si lo piensas así es que no tienes un tarro de cristal con monedas de chocolate. Búscalo.

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